Historia de un convento
Cuenta el historiador gaditano Arturo Morgado García en su libro “La Diócesis de Cádiz: de Trento a la Desamortización” (2008) que la intrépida Antonia de Jesús tuvo muy en cuenta el hecho de que la villa chiclanera fuera “lugar de asueto de la gente adinerada de Cádiz”. La idea era “comprometer a la burguesía comercial de la zona”, según Lazcano; cosa que consiguió de manera razonablemente rápida: convento e iglesia estuvieron listos en nueve años. En 1672, el conjunto ya contaba con una veintena de religiosas. En 1673 se consagró el altar mayor.
Logró el apoyo de Diego Vándalo de León, sargento mayor y miembro de una de las familias locales más sobresalientes: el militar se comprometió a costear con 400 ducados anuales las obras para adaptar la casa donada por el alférez mayor Juan Alonso de Molina para la fundación religiosa, en 1666. De entre las propiedades pertenecientes a Molina se eligió la mejor situada, en el barrio de San Alejandro; a su lado se encontraba, además, una ermita dedicada a Jesús Nazareno, que a la postre sería la iglesia del convento, daría nombre a la calle y a la plaza misma. La valiosa contribución de Vándalo de León le supuso la distinción de patrón del convento, que sin embargo rechazó antes de su muerte, según Domingo Bohórquez (autor de “La madre Antonia de Jesús”).
La vida eclesial se vio afectada, como no, por los acontecimientos históricos que sacudieron la vida de Chiclana en los siglos sucesivos. Soportó las turbulencias de los conflictos armados y guerras de la Edad Moderna, así como el proceso desamortizador del siglo XIX. En 1973, la comunidad regresó a la existencia conventual clásica de retiro y oración. Actualmente -y través del famoso torno-, las religiosas ponen a disposición de los visitantes sus deliciosas tortas de almendras que, junto con otros productos de repostería, dan fama al convento de la localidad.
Por lo demás, la iglesia es sede canónica de la Hermandad del Nazareno, que goza de gran popularidad en Chiclana. El Jueves Santo, sus titulares protagonizan uno de los grandes momentos de la Semana Santa. Los viajeros que pasan por Chiclana, o quienes se adentran en la villa para hacer turismo cultural, tienen una parada obligatoria al final de la calle Jesús Nazareno. Una vez en la puerta de la iglesia -en la antiguamente denominada Plaza de las Monjas-, entre tantos hermosos detalles de la fachada, hay uno muy especial: la granada que rinde homenaje a la fundadora de este monumento del barroco chiclanero. La hermana Antonia de Jesús. La que vino de Granada a Chiclana, siguiendo los pasos emprendedores de Santa Teresa.