Horarios de Apertura y cierre del templo
Lunes a Sábados
Mañana: 9:00 a 12:30
Tarde: 19:00 a 21:30
Domingos
Mañana: 9:00 a 13:30
Tarde: Cerrado
El Arquillo del Reloj
La Torre del Reloj, popularmente conocida como “Arquillo del Reloj”, vigila desde sus 30 metros de altura cada uno de los amaneceres y crepúsculos de la villa. Aunque nunca fue su función servir de centinela en las alturas.
El visitante que viene a hacer turismo en Chiclana, en plena Bahía de Cádiz, alzará la vista en algún momento para contemplar la pizpireta torre. Quizás cuando salga de la Iglesia Mayor, el templo de San Juan Bautista que se halla tan cerca de ella. Y con la que mantiene una estrecha relación: la iglesia, inconclusa, se quedó sin las dos torres proyectadas que habrían de servir como campanarios.
La torre que quiso ser campanario
La Torre del Reloj, edificio no religioso, asumió las labores de campanario del templo vecino. Arquitectura neoclásica, sacra y civil se dieron, pues, la mano; en una muy estrecha colaboración que perdura hasta nuestros días…
Y es que, en la primera mitad del siglo XVIII, Chiclana era una sociedad agraria que vivía su día a día entre la dura labor del campo y el fugaz respiro que suponían las fiestas, religiosas o profanas. En su famoso “Estudios sobre España: Sevilla y Andalucía” (1855), el hispanista francés Antoine de Latour del siglo XIX concluyó que las festividades en el sur eran “la única preocupación de su espíritu”.
Así, desde el Corpus Christi a las corridas de toros, la villa chiclanera cumplía a rajatabla un calendario festivo y religioso dirigido por la Iglesia y el Concejo (las instituciones que ostentaban el poder político y social, según José Luis Aragón Panés), en el que el esparcimiento puro y duro se combinaba con la participación popular. Hasta hoy.
Banda sonora chiclanera
El “Arquillo del Reloj” ha acompañado las horas de cada día de trabajo o asueto chiclanero desde 1759, año en que comenzó su construcción.
La idea era -tal y como relata en este artículo Jesús A. Cañas– levantar una estructura como parte del Ayuntamiento (y que ésta contara con un reloj).
Lo paradójico, ya en el Siglo de las Luces, fue su uso, pues además de marcar las horas, sus funciones consistían en avisar a la feligresía para la misa, amén de otros eventos religiosos: “salidas procesionales, fallecimientos o el Ángelus”, escribe Cañas. La religión constituía un elemento fundamental en la cotidianidad del pueblo; podía ser tan solemne como bulliciosa.